LONDRES (apro).- La historia de la pareja británica Tony y Jane Nicklinson era casi perfecta. Ambos se conocieron en Dubai en 1984. Tony trabajaba como ingeniero civil y Jane era enfermera. Durante los siguientes 20 años vivieron una vida confortable y llena de lujos como extranjeros en el Medio Oriente, Malasia y Hong Kong, viajando de forma frecuente junto a sus dos hijas, Lauren, ahora de 25 años, y Beth, de 23.
Tony solía jugar al rugby y se reunía con amigos para beber cerveza y whisky, y rememorar historias del pasado sobre la vida y costumbres en la Inglaterra natal.
Pero en junio de 2005 y cuando sólo tenía 51 años, un ataque cerebral sufrido mientras realizaba un viaje de negocios en Atenas, le cambió la vida para siempre. Los médicos griegos trataron de salvarle a toda costa la vida, algo que ahora Tony lamenta, ya que ésta nunca más volvería a ser la misma.
La eutanasia activa, considerada como la práctica de forma intencionada de terminar una vida para aliviar el dolor y el sufrimiento, es legal sólo en tres países del mundo: Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
Mientras que el suicidio asistido es legal en Suiza y en tres estados de Estados Unidos: Washington, Oregon y Montana.
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